Después de tomar varias cerveza en un club, mis amigos y yo nos retiramos a nuestros respectivos hogares ya muy entrada la noche. A medio camino me dieron muchas ganas de orinar, así que detuve el auto para hacer en unos arbolitos, sin imaginar que mis genitales estaban en peligro. Meaba tan campante cuando vi que un perro enorme me ladraba y se dirigía hacia mí. Inmediatamente corrí para protegerme, ni siquiera había terminado, y qué bueno, porque un segundo más habría bastado pa’que el canino tuviera entre sus filosos colmillos una parte valiosa de mi cuerpo. Imagínense, ¡uf, de la que me salvé! No sé en qué condiciones físicas estaría ahorita, me duele tan sólo al pensarlo. ¡Auch!
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